El Gobierno de Zapatero intenta cuidar sus relaciones con la Iglesia, pero no puedo evitar cierta desconfianza ante estas relaciones tan cordiales. El aborto, el matrimonio homosexual y la Educación para la Ciudadanía son los tres temas que tienen claramente enfrentados al gobierno y a la Iglesia. Cada avance social que a la Iglesia no le cuadra lo lleva a los tribunales, y por ahora el Gobierno va ganando, la última "victoria" ha sido la sentencia del Tribunal Supremo que determina que no es posible la objeción a la asignatura Educación para la Ciudadanía. No es que piense que porque Zapatero sonría al Cardenal Bertone los derechos conseguidos van a perderse pero no me gustaría que interfirieran en los avances más próximos: el debate de la eutanasia y la ley de plazos de aborto.
Cuando digo "Iglesia", digo "Jerarquía Eclesiástica", porque está claro que por un lado está la Jerarquía Eclesiástica y por otro la Iglesia del pueblo, la Iglesia de base. La Jerarquía Eclesiástica cada día es más radical y más fundamentalista, está liderada por Benedicto XVI, un Papa convencido de que la moral europea es decadente y simpatizante de las misas en latín y de grupo católicos radicales de extrema derecha. Por otro lado la Iglesia del pueblo. La gran mayoría de los creyentes, incluso de los católicos practicantes no están en contra de los anticonceptivos, ni en contra de la fecundación in vitro, incluso la gran mayoría entiende que es necesario una regulación del aborto, y aceptan las uniones homosexuales. Probablemente a la mayoría no les gusta pertenecer a una Iglesia retrógrada. La división de opiniones está clara.
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